Los
campesinos y leñadores que la han visto, dicen que es una señora corpulenta,
elegante, vestida de hojas frescas y musgo verde, con un sombrero cubierto
de hojas y plumas verdes. No se le puede apreciar el rostro porque el sombrero la
opaca. Hay mucha gente que conoce sus gritos o bramidos en noches oscuras y de
tempestad peligrosa. Vive en sitios enmarañados, con árboles frondosos, alejada
del ruido de la civilización y en los bosques cálidos, con animales dañinos.
Los
campesinos cuentan que cuando la Madremonte se baña en las cabeceras
de los ríos, estos se enturbian y se desbordan, causan inundaciones, borrascas
fuertes, que ocasionan daños espantosos.
Castiga
a los que invaden sus terrenos y pelean por linderos; a los perjuros, a los
perversos, a los esposos infieles y a los vagabundos. Maldice con plagas los
ganados de los propietarios que usurpan terrenos ajenos o cortan los alambrados
de los colindantes. A los que andan en malos pasos, les hace ver una montaña
inasequible e impenetrable, o una maraña de juncos o de arbustos difíciles
de dar paso, borrándoles el camino y sintiendo un mareo del que no se
despiertan sino después de unas horas, convenciéndose de no haber sido más que
una alucinación, una vez que el camino que han trasegado ha sido el mismo.
El
mito es conocido en Brasil, Argentina y Paraguay con nombres como: Madreselva,
Fantasma del monte y Madre de los cerros.
Dicen
que para librarse de las acometidas de la Madremonte es conveniente
ir fumando un tabaco o con un bejuco de adorote amarrado a la cintura. Es
también conveniente llevar pepas de cavalonnga en el bolsillo o una vara recién
cortada de cordoncillo de guayacán; sirve así mismo, para el caso, portar
escapularios y medallas benditas o ir rezando la oración de San Isidro
Labrador, abogado de los montes y de los aserríos.
Vea una versión de la Madremonte
0 comentarios:
Publicar un comentario