Habita
entre la maraña espesa de la selva virgen, en las cumbres de la
llanura. Con la única pata que tiene avanza con rapidez asombrosa. Es el
endriago más temido por colonos, mineros, cazadores, caminantes, agricultores y
leñadores.
Algunos
aventureros dicen que es una mujer bellísima que los llama y los atrae para
enamorarlos, pero avanza hacía la oscuridad del bosque a donde los va
conduciendo con sus miradas lascivas, hasta transformarse en una mujer horrible
con ojos de fuego, boca desproporcionada de donde asoman unos dientes de
felino y una cabellera corta y despeinada que cae sobre el rostro para ocultar
su fealdad.
En
otras ocasiones, oyen los lamentos de una mujer extraviada; la gritan para
auxiliarla, pero los quejidos van tornándose más lastimeros a medida que avanza
hacia la víctima y cuando ya está muy cerca, se convierte en una fiera que se
lanza sobre la persona, le chupa la sangre y termina triturándola con sus
agudos colmillos.
La
defensa de cualquier persona que la vea, consiste en rodearse de animales
domésticos, aunque advierten que le superan los perros, calificándolos a todos
como animales "benditos".
Se
dice que este personaje fue inventado por los hombres celosos para asustar a
sus esposas infieles, infundirles terror y al mismo tiempo, reconocer las
bondades de la selva. Cuentan que en cierta región del Tolima Grande, un
arrendatario tenía como esposa una mujer muy linda y en ella tuvo tres hijos.
El
dueño de la hacienda deseaba conseguirse una consorte y llamó a uno de los
vaqueros de más confianza para decirle: "...vete a la quebrada y escoge
entre las lavanderas la mejor; luego me dices quién es y cómo es...". El
hombre se fue, las observó a todas detenidamente, al instante distinguió a la
esposa de un vaquero compañero y amigo, que fuera de ser la más joven, era la
más hermosa. El vaquero regresó a darle al patrón la filiación y demás datos
sobre la mejor.
Cuando
llegó el tiempo de las "vaquerías", el esposo de la bella relató al
vaquero emisario sus tristezas, se quejó de su esposa, pues la notaba fría,
menos cariñosa y ya no le arreglaba la ropa con la misma asiduidad de antes;
vivía de mal genio, era déspota desde hacía algunos días hasta la fecha. Le
confesó que le provocaba irse lejos, pero le daba pesar con sus hijitos.
El
vaquero sabedor del secreto, compadecido de la situación de su amigo, le contó
lo del patrón, advirtiendo no tener él ninguna culpabilidad.
El
entristecido y traicionado esposo le dio las gracias a su compañero por su
franqueza y se fue a cavilar a solas sobre el asunto y se decía: "...si yo
pudiera convencerme de que mi mujer me engaña con el patrón, que me perdone
Dios, porque no respondo de lo que suceda...". Luego planeó una prueba y
se dirigió a su vivienda. Allí le contó a su esposa que se iba para el pueblo
porque su patrón lo mandaba por la correspondencia; que no regresaba esa noche.
Se despidió de beso y acarició a sus hijos. A galope tendido salió por diversos
lugares para matar el tiempo. Llegó a la cantina y apuró unos tragos de
aguardiente. A eso de las nueve de la noche se fue a pie por entre el monte y
los deshechos a espiar a su mujer.
Serían
ya como las diez de la noche, cuando la mujer, viendo que el marido no llegaba,
se fue para la hacienda en busca de su patrón. El marido, cuando vio que la
mujer se dirigía por el camino que va al hato, salió del escondite, llegó a la
casa, encontró a los niños dormidos y se acostó. Como a la madrugada llegó la
infiel muy tranquila y serena. El esposo le dijo: De dónde vienes? Ella con
desenfado le contestó: de lavar unas ropitas. De noche? corto el marido.
A
los pocos días, el burlado esposo inventó un nuevo viaje. Montó en su caballo,
dio varias vueltas por un potrero y luego lo guardó en una pesebrera vecina. Ya
de noche, se vino a pie para esconderse en la platanera que quedaba frente a su
rancho. Esa noche la mujer no salió pero llegó el patrón a visitarla. Cuando el
rico hacendado llegó a la puerta, la mujer salió a recibirlo y se arrojó en sus
brazos besándolo y acariciándolo.
El
enfurecido esposo que estaba viendo todo, brincó con la peinilla en alto y sin
dar tiempo al enamorado de librarse del lance, le cortó la cabeza de un solo
machetazo. La mujer, entre sorprendida y horrorizada quiso salir huyendo, pero
el energúmeno marido le asestó tremendo peinillazo al cuadril que le bajo la
pierna como si fuera la rama de un árbol. Ambos murieron casi a la misma hora.
Al vaquero le sentenciaron a cárcel, pero cuando salió al poco tiempo, volvió
por los tres muchachitos y le prendió fuego a la casa.
Las
personas aseguran haberla visto saltando en una sola pata, por sierras, cañadas
y caminos, destilando sangre y lanzando gritos lastimeros. Es el alma en pena
de la mujer infiel que vaga por montes, valles y llanuras, que deshonró a
sus hijos y no supo respetar a su esposo.
Tomado de: http://www.todacolombia.com/folclor/patasola.html
Tomado de: http://www.todacolombia.com/folclor/patasola.html
Ver otra versión de la leyenda la Patasola
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